EXPOSICIÓN COLECTIVA
Curaduría de Leticia Alvarenga y Luis Ocampos Pompa
Colmar de memoria el olvido
El arte no logra saldar la falta, pero sí hacer de ella un principio activo de significados nuevos.Ticio Escobar
Esta exposición se instala en la necesidad de trabajar sobre la memoria y su contraparte, el olvido, para dar otra dimensión a la primera, ampliar las formas en que podemos pensarla.
El olvido se trata de un tema de largo alcance, que al prolongarse en el tiempo afecta a varias generaciones. Es una cuestión difícil, relacionada con el dolor, el sufrimiento y la pérdida; con los pensamientos que no nos dejan conciliar el sueño. Según Gadamer lo que atraviesa nuestra vida no es la historia, los meros hechos aislados, sino la historicidad, es decir, las secuelas de lo sucedido en el relato de cada uno. Podría decirse que en la contemporaneidad el hecho de recordar –y hasta el hecho de olvidar– se ha revestido de una significación mucho más grave, precisamente cuando se trata de devolver a la memoria colectiva lo que con frecuencia se ha disfrazado, anulado u olvidado, que sería la historicidad. La memoria siempre es histórica y, por ende, no podemos dejar de percibir que los usos del olvido no suelen ser neutros. Nos hace preguntarnos, ¿de qué o de quién es una coartada el olvido? ¿Quiénes utilizan al olvido como recurso encubridor? ¿Por qué nuestra herencia política recurre al olvido colectivo e institucional a través de la amnistía? ¿Cuál es el uso que hacen del olvido los historiadores? ¿Qué es entonces lo inolvidable?
Actualmente, nuestra época se caracteriza más bien por una especie de discontinuidad, una amnesia o fragmentación respecto a la memoria del pasado reciente. Podría decirse que hablar sobre el olvido en el país se refiere a las secuelas de lo que no recordamos cuando deberíamos estar recordandolo, en su lugar, nos encontramos en un vacío. Como si no se pudiera escapar de este abismo infringido donde pocos se escabullen de esta incongruente distorsión de la memoria y son testigos de cómo no fueron sometidos a la justicia (ni se someten) a los culpables de los desafueros que se perpetraron durante la tiranía.
En la experiencia del olvido, tanto en la vertiente individual como social, nos topamos con algo extraño y contradictorio: vivir en esta fisura, en el recobeco que separa mínima pero radicalmente la memoria del olvido, es que la naturaleza del abismo deja abierta la memoria. Según Anna Pagés no puede haber verdadero olvido sin algo intocable; se juega entonces con el sentido de la existencia misma donde una vida posible no se cierra en sí misma (podría hablarse entonces en el caso de la reconstrucción de memoria y en el reclamo y aseveración de la presencia de los desaparecidos en Argentina y otros países del Cono Sur como forma de lucha por el uso del olvido del Estado). No hay cierre del círculo en el olvido porque el olvido es una permanente apertura a lo otro que no aparece como debería. Siguiendo con Pagés, olvidar no es en ningún caso únicamente dejar atrás ni mucho menos suprimir o erradicar, olvidar es saber, por mucho que huyamos, por mucho que dejemos atrás o intentemos erradicarlo, que algo quedó ahí enquistado, irreductible como una piedra con la que tropezamos constantemente cuando no lo dejamos (o no lo dejan) ahí donde está. Pero ello no impide que podamos buscar el sentido de las palabras en un cierto orden del discurso que rodea lo intocable.
Para resolver esta suerte de aporía del olvido, hay que reconocer que tiene un parentesco con lo intraducible, que Pagés señala en la dificultad de descifrar aquello que olvidamos. Al olvidar definimos una especie de vacío de discurso, entonces, el verdadero olvido supone el reconocimiento de la presencia de la pérdida como lo indecible.
En esta idea de la experiencia subjetiva de no poder recordarlo todo, hay algo que se fuga, que es imposible de descifrar y de acceder completamente a ello. Ante esa tensión que genera el olvido, la obra de arte también se encuentra, en sí misma, en constante pugna por sus límites, cambiando siempre de posiciones y abriendo pasos a los intersticios. A decir de Vladimir Jankélévitch, puede abrir la posibilidad de un decir sobre lo indecible, de mostrar lo imposible de mostrar, de indagar en el fondo más recóndito de la memoria en busca de sus propias faltas.
Leticia Alvarenga
Abril 2021
Trabajar a partir de la reflexión sobre los usos del olvido y los espacios de la memoria se conecta con un deseo de comprender mejor la escena contemporánea desde la distancia. La propuesta curatorial busca hacer visible algunos momentos del pasado a través de imágenes y textos, mediante diversas estrategias visuales en las que el tiempo, la historia y la memoria se entienden de manera compartida. A decir de Ticio Escobar, el trabajo de la memoria no es imparcial, se encuentra cruzado por el deseo e interferido por propósitos e intereses distintos, pero eso no significa que sea pura ficción; la construcción de la memoria parte de prácticas y hechos realmente ocurridos, aunque vueltos objeto de recordación o traducidos en imágenes y signos que perturban inevitablemente la fidelidad de lo acontecido.
Respondiendo a un interés compartido desde hace tiempo, quisimos convocar para esta muestra a artistas visuales, algunos de ellos invitadxs y otrxs seleccionadxs a través de una convocatoria, como también a escritores e investigadores, cuyos trabajos y obras giran en torno a los diferentes alcances de los conceptos de memoria y olvido. El cruce entre obras visuales y textos escritos está pensado desde un punto de vista transdisciplinar que propone abrir caminos en los que la palabra y la imagen se encuentran, ponen en escena sus potencialidades y asumen nuevas significaciones en un espacio donde ambos están en pie de igualdad.
Muchas de estas obras remiten a objetos y documentos de acontecimientos pasados, devenidos testimonios de historias personales que tienen un alcance político al conformar un relato compartido por parte de la sociedad, afectada, en varias generaciones, por la violencia del régimen dictatorial o, más recientemente, debido a la falta de políticas públicas para asumir las consecuencias de la actual crisis sanitaria. También vemos propuestas que buscan conjurar la ausencia de seres queridos, cuyo recuerdo deviene imagen, sonido y poesía.
El arte tiene la extraña aptitud de actuar políticamente sobre la historia y de hacerlo con un sentido ético de responsabilidad, afirma Escobar. El ejercicio de la memoria opera sobre los relatos tenidos como oficiales e impuestos por quienes escriben la Historia en mayúsculas, poniendo en duda sus conclusiones, contraponiendo una mirada subjetiva, apoderándose de los recuerdos tal y como fueron experimentados para potenciar su capacidad de abrir destellos en una escena que insiste en mantenerlos ocultos.
En palabras de Marc Augé, los recuerdos son recuerdos-imágenes. Presencias fantasmagóricas que acechan la cotidianeidad de nuestra existencia. Es en esa cotidianeidad donde se abre la historia, una historia viva en la que se fugan las diferentes líneas de tiempo, líneas que la memoria busca instaurarlas a contrapelo -inevitable cita de Benjamin-, abriendo escisiones en el tejido de los días. Memoria y olvido -dice Viviana Silva Flores- son una pareja indisoluble y compleja en relación la una con la otra (...) tendemos a pensar que son contrarias, cuando en realidad deberíamos introducir en ello una perspectiva matizada. La manera en cómo recordamos está delineada por diferentes matices de olvido. Siguiendo con Augé, lo que recordamos es producto de la erosión provocada por el olvido. Los recuerdos son moldeados por el olvido como el mar moldea los contornos de la orilla.
Ambos conceptos pueden nutrirse e interpelarse mutuamente. Desde la posibilidad que tiene el arte de acercarnos, aunque sea brevemente, a aquello que reside en las zonas oscuras de la memoria, avistando pequeños titileos, las diferentes propuestas que reúne esta muestra, tratan sobre aquello que nos sigue acechando, realizando aperturas en los expedientes considerados archivados por el derecho y operando por seguir moldeando este presente a la luz de lo que todavía brilla en el pasado, apuntando hacia aquellos luceros de futuro que todavía siguen encendidos.
Luis Ocampos Pompa
Abril, 2021
20 de abril al 29 de mayo del 2021